Tu carro está vacío.
Hace poco llegó a nuestras manos el reciente estrenado libro de la Dra. Natasha Campbell-McBride, “GAPS, el síndrome psico-intestinal”, un libro que a quién más, quién menos, seguro que le resonará porque es realmente abrumador la cantidad de enfermedades y dolencias/molestias que todos tenemos hoy en día vinculadas al aparato digestivo (¡yo la primera!).
Las grasas son uno de los nutrientes más polémicos en esta época e incluso en épocas anteriores también levantaron dudas y confusión. La ciencia creía que teníamos que alejarnos de ellas y resulta que ahora las promueve. Nos dicen que las consumamos, con moderación, pero que evitemos las saturadas y que solo consumamos grasas buenas.
Hay muchas maneras de meditar. A través del yoga, de la respiración, de la naturaleza, de la danza… pero la forma más simple, accesible y que tradicionalmente conocemos como meditación requiere que nos sentemos cómodamente en un lugar tranquilo y practiquemos la atención plena.
Es bien sabido que la alimentación saludable y el ejercicio son dos pilares básicos para tener una buena salud. Pero ¿por qué nos cuesta tanto llevarlo a la práctica, o si conseguimos llevarlo a la práctica, a veces, por qué no tenemos los resultados deseados?
La deficiencia de vitamina D es un problema de salud pública en muchos países, España incluido. Esta vitamina, llamada también colecalciferol, se produce por la estimulación de la radiación solar. Entre un 80% y un 100% se produce gracias a la luz proveniente del sol. Pero, si en España tenemos sol casi todo el año… ¿no? Sí, pero si trabajamos en un ambiente cerrado durante todo el día, es probable que no la estemos obteniendo (¡hay que salir más!)
Sin darnos cuenta en ocasiones nos vemos rodeadas/os de múltiples notas y recordatorios por todas partes. Los post-its junto con las neveras repletas de imanes con las correspondientes anotaciones se han convertido en parte de nuestra decoración habitual tanto en la oficina como en casa.
Cuando empecé a practicar yoga en casa la verdad es que no existían estudios tal y como hoy los conocemos y además a mí me encantaba la idea de ser autodidacta. Tenía un libro de yoga ochenteno y seleccionaba de él los asanas según leía sus beneficios. Las probaba y si se sentían bien las repetía al día siguiente.
La vitamina C, o también llamada Ácido Ascórbico de forma más técnica, lleva siglos siendo la vitamina estrella para evitar caer en una gripe o un resfriado.
Es cierto que es una tremenda antioxidante, protege a nuestro organismo de la contaminación en general, del humo de los cigarrillos, de los famosos radicales libres, para ser más exacta, participa en la síntesis de colágeno, ayuda a cicatrizar, sintetiza algunas hormonas e incluso la carnitina (que es indispensable en el transporte de grasas para obtener energía), incrementa la absorción de hierro (¡hasta 4 veces más incluso!), mejora síntomas de enfermedades respiratorias, estimula la síntesis de anticuerpos y algunos estudios la asocian con menos riesgo de padecer cáncer e hipertensión. ¡Ya veis que no solo sirve para prevenir resfriados…!
Tenemos siempre la gran duda de si estamos cubriendo con las cantidades adecuadas de proteínas para nuestro organismo de manera completa. Incluso, si estamos llevando una dieta baja en proteína animal, es muy común escuchar lo siguiente: “¿de dónde sacas la proteína entonces? ¿Cómo la consigues si no comes carne?” Y con esto, llegamos a la cuestión: ¿tan difícil es cubrirla y contar con el aporte necesario? Y más en dietas vegetarianas o veganas…
He vivido una época estresante (¡para qué vamos a engañarnos!). El postparto es una montaña rusa emocional. En esta etapa el verbo “ayudar” se hizo casi el protagonista de mi vida. Sentía que no sabía ayudar a mi bebé (soy madre primeriza), que me daba vergüenza pedir tanta ayuda, que no sabían ayudarme como quería, que no me daban ayuda los que quería, etc.